lunes, 30 de octubre de 2017

RUTA POR LA COSTA DE NOJA

La ruta elegida en esta ocasión nos conduce hacia el Norte de la Península Ibérica a la costa del Mar Cantábrico, exactamente a la Villa de Noja.
 
La localidad de Noja, se localiza en la Comunidad Autónoma de Cantabria, (España), a tan solo 43 kilómetros de la ciudad de Santander sobre la cual recae la categoría de ser la capital autonómica y a menos de 15 kilómetros de la población pesquera de Santoña.
 
La historia de Noja, nos cuenta que del siglo IX al año 1834, Noja formaba parte de La Junta de las Siete Villas, aunque en realidad eran nueve: Isla, Arnuero, Castillo, Ajo, Bareyo, Güemes, Meruelo, Soano y Noja, dicha Junta era una de las cinco que conformaban la Merindad de Trasmiera.
 
En 1644 Noja obtuvo el título de Villa, por disposición de Felipe IV, lo cual le otorgaba capacidad para nombrar a sus propios alcaldes y mayor autonomía en su propia organización.
 
Entre los nojeños, gentilicio que reciben los habitantes de Noja, más destacables encontramos a Luis Vicente de Velasco e Isla, el cual fue un destacado comandante de la Armada Real Española, a mediados del siglo XVIII.
 
La heroica defensa por parte de Luis Vicente de Velasco e Isla, del castillo de los Tres Reyes del Morro, situado en el puerto de La Habana, frente a los acérrimos ingleses, elevo su gloria siendo tan admirado como temido por sus adversarios, incluso en la actualidad se disparan salvar en su honor.
 
Resaltar que la defensa del castillo se produjo durante dos largos meses, durante los cuales el bando español se encontraba bajo una incuestionable inferioridad, frente a las tropas inglesas.
 
Cuentan que el fuego que cayó sobre el castillo procedente de los cañones de los ingleses, hizo parecer a la fortaleza un volcán, hipérbole o no, la dura batalla que se produjo ha pasado a la historia, gracias a las tácticas empeladas por Luis Vicente de Velasco e Isla, comandante que contaba con gran pericia en la batalla.
 
La batalla tuvo su punto de inflexión, cuando Luis Vicente de Velasco e Isla, fue herido de muerte, falleciendo el 31 de Julio de 1762, como corolario de la trágica perdida, los ingleses arrebatan a los españoles La Habana.
 
Lo paradójico de aquella batalla, fue que en menos de un año después, la Corona español recuperaría La Habana, a través del tratado de París de 10 de Febrero de 1763.
 
El rey Carlos III, decreto alzar una estatua en honor a Luis Vicente de Velasco e Isla, en la localidad de Meruelo (Cantabria), localidad muy cercaba a su pueblo natal Noja. Recientemente en el año 2013 el Ayuntamiento de Meruelo levanto una nueva estatua en su prez.
 
También el rey Carlos III, determino que desde entonces en la Real Armada española siempre hubiera un navío bajo el nombre de Velasco.
 
Retomando sobre lo que Noja, ofrece al visitante, mencionaremos en el siguiente listado el patrimonio histórico que alberga el municipio:
 
Palacio de Albaicin
 
Casa Palacio de Velasco
 
Palacio el Carmen
 
Casona de la Torre
 
Casona del Capitán Venero
 
Puente Romano
 
Iglesia de San Pedro
 
La ermita de San Juan de Ris
 
Ermita de San Nicolás
 
Ermita de “San Pedruco”
 
En cuanto al patrimonio natural, destacan, la marisma de Victoria y la marisma de Joyel, por la gran biodiversidad que albergan, principalmente avifauna.
 
Otro valor natural que nos ofrece Noja es el Monte de Mijedo, cubierto por flora autóctona como son los avellanos, los acebos, las encinas, los madroños, los robles, los nogales y los castaños, desafortunadamente en algunas zonas predomina el eucalipto.
 
Noja al ser un pueblo costero cuenta con dos grandes playas como son: la playa de Ris y la playa de Trengandín, las cuales son muy concurridas durante la época estival.
 
Ahora si empezamos con la descripción de la ruta de la costa de Noja, la cual cuenta con la distinción de “Sendero Azul”, otorgada por la Fundación Europea de Educación Ambiental.
 
Nuestro punto de inicio se localizó en la Plaza de la Villa, desde la cual nos dirigimos a la Calle las Viñas, que nos permitió pasar por delante de la Iglesia de San Pedro, construida durante el siglo XVI.
 
Nada más sobrepasar la puerta de la iglesia vimos una rotonda, seguimos caminando bordeando la iglesia, tomando la curva hacia la derecha en dirección descendente, para desembocar en el Paseo de Trengandín por el cual transitamos mientras disfrutamos de las primeras vistas del Mar Cantábrico.

Una vez lleguamos a la línea de la playa de Trengandín, nos deleitamos con la panorámica de una playa prácticamente silvestre en casi toda su longitud, lo cual es cada vez más difícil de encontrar en el litoral de la Península Ibérica.
 
En este punto el Paseo de Trengandín continua su recorrido hacia nuestra derecha, en nuestro caso y siempre mirando hacia la mar elegimos el camino formado a base de losetas de piedra que sale a nuestra izquierda.
 
Nada más empezar el confortable camino, observamos a nuestra derecha varios ejemplares de ciprés de Monterrey (Cupressus macrocarpa), especie foránea y cuya procedencia se encuentra en el sudoeste de los Estados Unidos.
 
Noja alberga en la casona de Assas, el que dicen es el ciprés de Monterrey más grande de Cantabria, con un tronco de más de 9 metros de diámetro.
 
Durante este primer tramo del camino, la hilera de sucesivas viviendas queda a nuestra izquierda y a nuestra derecha la playa de Trengandín y sus rocas bañadas por el continuo oleaje del mar Cantábrico.
 
Al tratarse de un camino costero, su trazado es dibujado por el contorno o perfil que ha ido tallando el mar en su constante acción erosiva sobre la tierra que conforma la costa.
 
Continuamos por el agradable camino que nos lleva hasta la Punta Cañaveros, desde donde podremos disfrutar de las vistas del mar Cantábrico, en esta zona el camino desemboca en la calle de la Costa, por la cual transitamos aproximadamente unos 30 metros, con mucha precaución caminamos pegados al quitamiedos ya que en ese tramo de la calle que hace una curva hacia la izquierda, de forma inexplicable no cuenta con acera.
 
Tras salvar este tramo y sobrepasar la zona colonizada por la caña común (Arundo donax), que encontramos a nuestra derecha, frente a nosotros surge un descarnado sendero, el cual tomamos para poder ir descubriendo las sucesivas pequeñas calas que hay a lo largo de esta zona.
 
Algunos de los pequeños arenales que nos fuimos encontrando y que solo la marea baja deja al descubierto, cuentan con unas arcaicas escaleras que facilitan el acceso, por el contrario, otras hay que salvar el afanoso acceso con cierta pericia y precaución.
 
Un risco, bordeado completamente por el agua del mar Cantábrico, nos indica que estamos ante la Punta Pombera, donde a su vez se ubica la cala Pombera una de las más concurridas por su encanto.
 
El sendero siempre señalizado continua paralelo a la costa, dejando atrás la Punta Pombera, proseguimos por el camino y atravesamos una tapia de piedra, que cuenta con un acceso que permite el paso.
 
Unos metros más hacia delante, a nuestra izquierda pasamos junto a lo que fue en su día una casa de baños, sin duda su ubicación le permitía contar con unas espectaculares panorámicas.
 
A continuación, observamos los restos de las vetustas construcciones que conformaban un antiguo vivero de langostas, las cuales quedan a nuestra derecha, justo entre los roquedos que dan al mar, donde en diferentes habitáculos criaban al crustáceo decápodo, Palinurus elephas, más conocido comúnmente por la langosta europea o común en su variedad cantábrica, entre otros de los crustáceos que criaban estaban el bogavante, la nécora, el centollo o la masera.
 
El origen de la cría de crustáceos se remonta a la construcción de cetáreas en las costas por parte de la civilización egipcia y romana, principalmente.
 
Con la invasión romana de la Península Ibérica, los romanos aportaron sus avances, entre ellos la cría de crustáceos y de peces tanto de agua dulce como de agua salada.
 
Las sofisticadas piscifactorías romanas suministraban de pescado a la población, siendo los peces de agua dulce destinados para alimentar al pueblo y los peces de agua salada estaban reservados para las clases más pudientes.
 
Contemplar los restos de la cetárea de Noja y percatarse de que el ser humano lleva milenios practicando la cría de crustáceos y peces es sencillamente impactante descubrir de lo que es capaz de ingenio humano.
 
A partir de este punto, el camino se vuelve más serpenteante e incluso surgen diferentes bifurcaciones, en esta ocasión seleccionamos aquellos que nos mantuvieron siempre cerca de la costa, para poder disfrutar de las vistas de mar Cantábrico y de los cortados que surgen entre los roquedos costeros.
 
El sendero se vuelve más interesante al combinar zonas donde nos introduce al interior de un frondoso bosque, con zonas muy pegadas a los cortados, lo que supone un marcado contrataste, que nutren a la senda de un mayor atractivo.
 
El bosque que atraviesa el camino está formado principalmente por pinos, entre ellos brotan algunos ejemplares de encinas, robles carballos, laureles, madroños, y arbustos como el rusco, todo ello conforma un esfuerzo para recuperar el bosque atlántico con especies autóctonas y sustituir así las especies foráneas tan extendidas en el norte de la Península Ibérica como es el eucalipto.
 
Una vez atravesamos el bosque, llegamos a la Punta de la Mesa, desde allí se puede otear el monte de Mijedo, la Punta del Brusco e incluso el Monte Buciero ya en Santoña y la Punta del Águila.
 
Entre el roquedo costero que conforma la Punta de la Mesa y la línea periférica del bosque, surge una interesante franja longitudinal donde las dunas colgadas se asientan.
 
La peculiaridad de este tipo de dunas es que emanan sobre los acantilados, debido a la acción que ejerce el viento sobre los propios cortados rocosos de escasa altura.
 
En toda esta zona se pueden observar diferentes biotopos, aquellos que se dan en los cortados marinos, los que surgen en las dunas, los que brotan del matorral costero y conforman la zona previa al bosque y por último el bosque formado por pinos y encinas.
 
La multitud de senderos que crean los caminantes, genera una erosión que está deteriorando y comprometiendo el sistema de dunas, por lo que desde el blog queremos concienciar y sensibilizar a los senderistas que en estos casos solo utilicen el sendero más marcado y no utilicen el reguero de senderos que hay en este punto.
 
Nuestros pasos nos llevaron hasta la depuradora de aguas residuales y junto a ella se encuentran los restos de una construcción histórica como es un bunker de la Guerra Civil Española.
 
La edificación es conocida como la casamata de los pinares, exactamente se ubica entre la Punta de la Mesa y la Punta de la Garfanta o del Rostro, la edificación está formada por una gran casamata construida con gruesos muros de hormigón armado, cuya planta es cuadrangular con bóveda de cañón rebajado, a su vez cuenta con un muro a modo de parapeto y un alero sobre la cavidad en su frontispicio.
 
En su época su interior estaba ocupado por un gran cañón y fue un punto estratégico desde donde avizorar la costa Cantábrica.
 
A unos 20 metros del bunker se ubica el polvorín el cual es subterráneo e igualmente para su construcción se empleó hormigón armado.
 
Ambas estructuras se encuentran en la actualidad en un óptimo estado de conservación y son visitables, como de costumbre recomendamos a todas las personas que cuando visiten cualquier tipo de patrimonio tanto histórico como natural lo hagan con respeto y precaución.
 
Tras visitar los recovecos de la casamata, es momento de continuar el camino, en esta ubicación surge un ramal, que nos proporcionó la disyuntiva, de seguir por el camino adherido al litoral o adentrarnos por un bosque, ambos senderos nos conducirán al mismo punto.
 
En nuestro caso seguimos la línea de la costa, dejando para la vuelta el camino que cruza el bosque.
 
Las dunas colgadas en este nuevo tramo vuelven hacer acto de presencia, por lo que respetaremos el sendero y evitaremos pisar la flora que brota entre la fina y blanquecina arena.
 
La flora más característica que encontramos entre el campo de dunas secundarias se encuentra: el barrón o carrizo (Ammophila arenaria), el cardo de mar (Eryngium maritimun), la azucena de mar (Pancratium maritimun) que identificaremos rápidamente por sus grandes y llamativas flores de color blanco, grama marina (Elymus farctus) y la campanilla de las dunas (Calystegia soldanella).
 
Las dunas terciarias están colonizadas por especies de flora como la clavelina (Dianthus gallicus), las lágrimas de la Virgen o cola de liebre (Lagurus ovatus), la mielga litoral (Medicago littoralis), así como diferentes especies de gramíneas pertenecientes a los géneros Agrostis y Festuca.
 
Otras especies que podemos identificar por el campo de dunas son: el polígono marino (Polygonum maritimum), la siempreviva (Helichrysum stoechas var. maritimum), el alhelí de mar (Malcolmia littorea), la berza marina (Calystegia soldanella), la algodonosa (Otanthus maritimus) y la oruga de mar (Cakile maritima).
 
El origen de las dunas lo encontramos en la Era del Cenozoico, Periodo del Cuaternario y Época del Holoceno.
 
Su formación se debe a la interrelación existente entre las arenas de las playas colindantes como son la playa de Ris y la playa de Trengandín, el dios Eolo y el litoral compuesto por acantilados y cortados de exigua altura.
 
Es el viento el encargado de transportar a las arenas, las cuales se depositan sobre el lecho rocoso de los cantiles, creando un campo de dunas el cual está asentando a cierta distancia del saliente de los cortados.
 
La explicación de que la primera línea de rocas que transcurre desde la Punta de la Mesa hasta la Punta Garfanta, no esté cubierta por la arena, es por un lado su contacto directo con el agua marina, la cual ocasiona una constante acción erosiva sobre las rocas, como consecuencia surgen grietas de diferentes grosores y profundidades, de tal manera que la fisonomía de las rocas resultante y su constante modificación, no ofrecen una base estable para asegurar la presencia duradera de las arenas
 
Por otro lado, las zonas más altas se ven afectadas por el fuerte oleaje que se produce en las épocas de temporales, donde la arena que se deposita en esas zonas es arrastrada sin compasión por el dios del mar Poseidón.
 
De tal manera que las arenas solo pueden tapizar, aquella zona que se encuentra inalcanzable por la mar, y es solamente en esa demarcación donde la vegetación encuentra el sustrato y la humedad imprescindible para empezar a brotar.
 
La senda se desliza entre la vegetación, las dunas colgadas y las rocas que son constantemente azotadas por las olas del Mar Cantábrico, sin perdida alguna el camino realiza una prolongada y suave curva hacia la izquierda, bordeando la Punta Garfanta o del Rostro.
 
Con precaución nos acercamos a los cortados para observar la acción del mar sobre la costa, y sentados sobre una roca oteamos el horizonte casi infinito, el cual solo se ve surcado por algún que otro gran navío, el lugar es fantástico para realizar una para y reponer energías.
 
De una forma un tanto repentina sin apenas transición, el sendero por el cual caminamos formado por fina arena de playa, desemboca en un camino de tierra compacta, sobre la cual encontramos la siempre incomoda gravilla suelta.
 
Este nuevo camino, transita paralelo a la Calle la Sierra, la cual tomamos hacia nuestra derecha, siempre pegados a la línea de la costa.
 
Tras caminar unos 225 metros, llegamos al final de la Calle la Sierra, donde surge a nuestra derecha una rampa de acceso a la playa de Ris, desde la cual nos detenemos para deleitarnos con la pequeña y a la vez encantadora bahía que surge en torno a la Islita de la Oliva.
 
Desde esta misma localización oteamos, la curiosa alineación formada por la Islita de la Oliva, el Peñón del Águila y la Isla La Oliva, tres formaciones rocosas bañadas constantemente por las aguas del Mar Cantábrico, que dotan al lugar de cierta singularidad y belleza paisajística.




Tras disfrutar de las vistas, continuamos andando por la Calle Los Pinares, unos 75 metros, hasta encontrar el Paseo Marítimo, que es la primera calle que surge hacia nuestra derecha, el cual tomamos hasta encontrar una tarima y una balaustrada de madrea que componen el acceso a la playa de Riis.

Haciendo uso de la entrada habilitada, nos dirigimos a cruzar la playa dirección al Islote de San Pedro, el cual está contiguo a la Islita de la Oliva, previamente consultamos las horas en las cuales se produce la bajamar, para poder acceder a pie al islote.
 
Es imprescindible subir al islote con un buen calzado, para salvar las angulosas piedras, muchas de las rocas presentan aristas muy afiladas, que pueden ocasionar cortes, con precaución subimos hasta lo más alto del islote donde se asientan los restos de la Ermita de San Pedro o San Pedruco del siglo XVI.
 
Antiguamente se realizaba una romería naval cada 1 de Agosto, donde la imagen del patrono de la Iglesia, San Pedro ad Víncula, presidía la ermita de “San Pedruco”, era trasladado hasta la Iglesia de Noja.
 
La procesión que constaba de un tramo por mar y otro por tierra, se dejó de celebrar, según recoge la tradición popular, cuando un año un temporal súbito provoco que las embarcaciones naufragaran, como consecuencias varias personas perecieron ahogadas.
 
La Ermita de San Pedro, fue construida en la zona sur del islote donde el terreno es más elevado. Antaño fue habitada por frailes, que incluso contaban con sus propios huertos que cultivaban en el pequeño islote.
 
En la actualidad la ermita se encuentra asediada por la vegetación silvestre, lo que nos dificulta el acceso a las ruinas, el gran espesor de los muros de la ermita ha permitido que se mantengan en pie, al igual que su techumbre abovedada.
 
Arquitectónicamente, destaca la bóveda de medio cañón, una cúpula central de cuatro lóbulos, un banco corrido de piedra en los laterales del altar y una ventana de impecables proporciones.
 
El islote es uno de los puntos elegido por las aves marinas para pasar la noche y criar, por lo que es muy frecuente verlo repleto de aves. En ocasiones la concentración de aves es tal que el islote adquiere un tono blanquecino, muy particular.

Desde el islote disfrutamos de una panorámica impresionante de toda la costa y del Mar Cantábrico, es muy fácil dejarse llevar por estas vistas y perder la noción del tiempo, por lo que hay que supervisar de forma constante la subida del nivel del mar, sino queremos abandonar el islote a nado.
 
Es importante recordar que el tiempo aproximado entre una pleamar y la bajamar es de 6 horas, por lo que hay que estar muy atentos al flujo, el cual es el proceso de ascenso lento y constante de las aguas marinas, debido al incremento progresivo de la atracción lunar o solar o de ambas atracciones en el caso de la luna nueva y de luna llena.
 
Culminada la aventura por el Islote de San Pedro, podemos seguir la ruta por la propia playa de Ris o como en nuestro caso regresar al Paseo Marítimo, el cual nos permite contemplar los 2,2 kilómetros de longitud y 100 metros de ancho de la playa de Ris, formada por una fina y dorada arena, que cubre toda la línea de la playa baja y playa alta.
 
Toda la longitud de la playa cuenta con una duna, la cual está tapizada con vegetación costera, debido a la presión que sufre la playa de veraneantes, es primordial respetar la flora que habita en las dunas que está en proceso de recuperación, y acceder a la playa solo por las entradas habilitadas y no crear nuevos pasos que erosionan y fraccionan rápidamente el sistema dunar.
 
La entrada principal a la playa de Ris, se localiza al final de la Avenida Ris, la cual cruzamos, al proseguir nuestra ruta por el Paseo Marítimo, en este punto podremos o bien seguir la ruta por la propia playa o seguir por el Paseo Marítimo.
 
Decidimos proseguir por el Paseo Marítimo, hasta el final, donde encontramos una rotonda, la cual tomamos hacia nuestra derecha para proseguir por la Calle de la Ría, esta calle finaliza en la Playa Joyel.
 
Antes de llegar al final de la Calle de la Ría, nos desviamos hacia la playa, por el acceso que está justo enfrente al Monte de la Playa de Ris, al cual ascendemos por el sendero que permite llegar hasta su cima.
 
Una vez en la cumbre, encontramos unas ruinas de antiguas construcciones cuya configuración nos delata su funcionalidad puramente defensiva, los restos están compuestos por una edificación de planta rectangular, cuyos muros apenas se mantienen en pie y a unos pocos metros del edificio se levanta un grueso muro defensivo de forma semicircular.
 
Subidos en lo alto del muro defensivo se aprecian los cortados prácticamente verticales que hacen de la loma un lugar impenetrable desde la costa, desde esa altura la Isla Sauces parece aún mucho más pequeña de lo que realmente es.
 
Los 32 metros de altura sobre el nivel del mar, que proporciona la zona más alta del monte son suficientes, para obtener una gran panorámica de toda la costa, incluyendo la ría de Cabo Quejo y las playas Ris y Joyel, por lo que es muy recomendable realizar el pequeño esfuerzo de ascender a los más alto de la colina.
 
Los acantilados que durante todo el transcurrir de la senda son recurrentes y dotan a la ruta de un gran valor paisajístico, a nivel geológico, son resaltes calizos originados mediante el levantamiento de la plataforma de abrasión marino, produciéndose la rasa costera fósil.
 
La Era Mesozoica o Era Secundaria, conocida zoológicamente como la era de los dinosaurios o botánicamente como la era de las cícadas, se inició hace 251 millones de años y finalizó hace 66 millones de años, a esta misma era pertenece la formación de los acantilados de la costa de Noja.
 
Las rocas que principalmente componen los cortados, son calizas sedimentarias con interpolaciones de margas, las cuales se formaron en el Periodo del Cretácico y Época Inferior, en algunas zonas surgen formaciones fosilíferas creadas a base de rudistas (Hippuritoida) y orbitolinas de la clase Foraminifera.
 
Al bajar de la colina dedicamos un tiempo a observar las curiosas formaciones rocosas que tienen lugar en la base del monte y que están en continuo contacto con el agua del mar, para lo cual nos fijamos en las rocas sedimentarias calcáreas, analizando su superficie se aprecia claramente que incrustadas en las piedras se aprecian conchas fosilizadas de moluscos, dichas formaciones reciben el nombre de lumaquelas.
 
A lo largo de toda la costa de Noja, los acantilados están marcados por el mar, la acción del mar es la que esculpe el paisaje, siendo el sustrato calizo moldeado a su antojo, el continuo vaivén del oleaje que en ocasiones es feroz e iracundo, resquebraja la roca sin clemencia alguna, lo cual imposibilita la pedogénesis, edafogénesis o evolución de suelo, es decir el proceso por el cual se forma el suelo.
 
Es menester dar cabida en el reportaje, a la importante flora que habita el litoral, la cual ocupa un destacado biotopo terrestre, la vegetación que ha sido capaz de colonizar los cortados se enfrenta a implacables retos ecológicos, como son los fuertes vientos, el hálito salino que es la carga salina que acarrear el viento y las salpicaduras del agua del mar.
 
Estas severas condiciones requieren de adaptaciones extraordinarias ya que crecen en las zonas más próximas al cortado, e incluso en las repisas que presentan algunos acantilados, espacios done el suelo es muy escaso y la salinidad muy alta.
 
Estos ecosistemas se encuentran en continuo cambio, debido a la fuerte erosión que sufren los cortados por la acción del mar y del viento, son colonizados por comunidades vegetales rupícolas aerohalófilas, son especies capaces de crecer en primera línea de la costa rocosa, las cuales deberían despertar como mínimo nuestra curiosidad y admiración.
 
Algunas de las plantas que podremos observar en los acantilados del litoral del océano Atlántico son: el hinojo de mar (Crithmum maritimum), Festuca rubra subsp. pruinosa, Plantago maritima, Inula crithmoides, Daucus carota subsp. gummifer, Limonium binervosum, L. ovalifolium, L. emarginatum, Silene uniflora, S. obtusifolia, Angelica pachycarpa, Trifolium occidentale, Armeria maritima, Spergularia rupícola, entre otras.
 
Dejamos atrás el Monte de la Playa de Ris, y retomamos el camino ya de regreso, por la Calle de la Ría y seguidamente de nuevo por el Paseo Marítimo, hasta el final, donde giramos a la izquierda para tomar la Calle Los Pinares y proseguir por la Calle la Sierra, para llegar de nuevo al sendero de arena de playa por el cual caminamos anteriormente, todo este recorrido es el mismo que realizamos para el camino de ida.
 
Una vez ya en el sendero de arena, nos dirigimos a tomar la bifurcación que sale a nuestra derecha, a modo de referencia desde la calzada de la Calle la Sierra hasta el desvió hay unos 95 metros.
 
Esta nueva variante del camino, supone una agradable sorpresa, en seguida un frondoso bosque nos envolvió, en varios tramos la vegetación apenas deja pasar los rayos del sol, toda esta zona se conoce con el nombre de El Pinar, debido a que el árbol más predominante es el pino carrasco (Pinus halepensis).
 
Según nos fuimos adentrando por el bosque, observamos que se trata de un bosque pintado, donde algunos troncos y raíces han sido pintados simulando animales o motivos florales, todo ello junto con lo exuberante del bosque crean un ambiente misterioso.
 
Este nuevo biotopo que cruzamos, ocupa una zona de monte que, aunque no nos permite ver el mar, por la densa vegetación existente, tan solo hay 180 metros entre el bosque y el mar Cantábrico.
 
Además de pinos carrascos, encontramos encinas, ello es posible debido al tipo de suelo que se concentra en este bosque donde el sustrato calizo junto con el manto de la fina arena de las dunas, generan condiciones ecológicas y edafológicas óptimas para que pueda brotar el encinar cantábrico.
 
El hábitat que surge en estos montes es muy diverso, en las zonas donde se acumulan las arenas cuya granulometría es fina o muy fina, formándose dunas, al ser colonizadas por el bosque se denominan franjas dunares forestadas, en cambio en los sectores donde predominan los estratos rocosos calcáreos brotan los encinares cantábricos.
 
Las especies que conformar el encinar cantábrico, el cual puede brotar tanto en las franjas que ocupan las dunas como en las zonas donde predomina la roca caliza, son: encina (Quercus ilex), especie que configura el taxón primordial, el laurel (Laurus nobilis), el aladierno (Rhamnus alaternus), labiérnago (Phillyrea latifolia), y el madroño (Arbutus unedo), todas estas especies mencionados son perennifolias.

En cuanto a las especies caducifolias, solo mencionaremos al roble carvayo (Quercus robur) y al avellano común (Corylus avellana), los cuales intentan colonizar no sin esfuerzo aquellas pequeñas zonas donde las condiciones edáficas y ecológicas les son más favorables.
 
A nivel arbustivo, las especies más preponderantes son: el rusco (Ruscus aculeatus), espino albar (Crataegus monogyna), agarrarropa o zarzaparrilla (Rubia peregrina), amor de hortelano (Galim aparine) y un largo etc.
 
Toda la línea boscosa está situada tras la línea de matorral la cual está asentada en el perímetro del litoral costero, esta barda vegetal apenas es visible desde el interior del bosque, tras caminar unos 350 metros entre la espesa floresta, la estrecha senda desemboca junto al bunker, la casamata y la depuradora.
 
En esta zona es donde el boscaje queda atrás y observamos como el terreno es dominado por los brezales y otras especies de matorrales.
 
Los brezales costeros, están supeditados al viento y al salitre, al crecer cerca de la línea de costa, estos dos factores condicionan todo el desarrollo de la vegetación, tanto su crecimiento, su morfología y su dispersión.
 
Este tipo de vegetación mantiene continuas lides con el aire, por ello en las zonas donde más azotan los vientos dominantes, los arbustos adoptan caprichosas formas, para intentar sobrevivir a las rigurosas condiciones ecológicas que se dan en esta costa, donde el mar abierto linda con la costa.
 
El salitre es el otro elemento al cual debe enfrentarse la vegetación, en las zonas más expuestas, los matorrales sufren las consecuencias de acumular la sal sobre sus tallos, el color negruzco que adquieren algunas zonas del matorral son el indicador de que el arbusto ya está saturado de salinidad, y por lo tanto esas zonas de la mata están exentas de vida.
 
En los espacios donde hay mayor concentración de roca viva, germinan eficientemente el aulagar costero (Genista hispanica subsp. occidentalis), y en las zonas donde las condiciones edáficas están más desarrolladas es el brezo, (Erica vagans L.), la especie más abundante.
 
A lo largo de la ruta por la costa de Noja, observamos los diferentes tipos de vegetación que se van asentando en función del terreno al que mejor se adaptan y encuentran menos competencia, por lo que la gran variedad de especies supone una gran riqueza en cuanto a biodiversidad botánica se refiere.
 
Nuevamente retomamos el camino, dejando a nuestra izquierda la depuradora y el bunker y continuamos por el mismo sendero de la ida, el cual nos conduce hasta la Punta de la Mesa, para volver a introducirnos por el bosque de pinos y encinas.
 
Nada más salir del bosque ante nosotros vuelven a aparecer las calas, las arenas de algunas de ellas ya empezaban a ser devoradas por las aguas del mar, debido a la subida del nivel del agua, como consecuencia de la inagotable e infinita acción de las mareas.
 
La mayoría de las calas cuentan con dos franjas, la primara está cubierta con una fina arena, la cual está en continuo contacto con el mar y la segunda compuesta por piedras de tamaños muy dispares y formas asimétricas, las cuales se encuentran rayanas a la tierra firme de la costa.
 
Aquellas calas donde predominan más los cantos, se dan en las zonas más expuestas al mar, las calas donde surgen los cantos y las arenas, se denominan playas mixtas y surgen en áreas del litoral donde la acción del mar es menor.
 
Las calas son el resultado directo de la erosión vertical diferencial de la roca que compone la línea del litoral, la cual se va fraccionando lentamente, dando origen a espacios en los cuales se van depositando materiales, que a su vez son erosionados.
 
El paraje que comprende la Punta de la Mesa, acoge las calas más escarpadas, al estar continuamente expuestas al impetuoso oleaje del mar, su geomorfología en “V”, delata su reciente formación a nivel geológico.
 
En cambio, las calas que surgen desde la Punta Pombera hasta la Punta Cañaverosa, muestras una peculiar forma en “U”, lo que nos indica que estas calas han soportado considerables procesos de erosión lateral, en sus extremos.
 
Una vez más la erosión que realiza el mar, esculpe la costa y en estas calas de reciente creación geológicamente hablando, surgen pequeñas ensenadas donde se acumula la fina arena, entre las rocas que aún subsisten a la erosión del oleaje.
 
Ligado a la formación de las calas se encuentran las islas, islotes y salientes rocosos que abundan por toda la costa, su proliferación se debe al origen de las calizas en el Eón Fanerozoico, Era Mesozoica, Periodo Cretácico el cual comenzó hace 145 millones de años y concluyo hace 66,4 millones de años, durante esos 79 millones de años se formó la caliza que abunda en toda la costa Cantábrica.
 
La roca caliza, cuya dureza relativa no supone una gran resistencia a la erosión que le produce el mar, es muy proclive a la formación de calas, ensenadas, islas, islotes y salientes rocosos, en ocasiones apenas sobresalen del mar en pleamar, convirtiéndose en un auténtico riesgo para la navegación, de ahí la inestimable importancia de los faros marinos.
 
Mientras terminábamos la ruta, aprovechamos para realizar alguna parada y observar el agua del mar, en algunas zonas de color blanquecina debido al oleaje que colisiona contra las rocas y produce la característica espuma, la cual nos indica que el agua se está oxigenando, durante el proceso donde el oleaje es batido contra las rocas, en otras zonas en cambio el agua es totalmente cristalina y se puede apreciar desde lo alto de los cortados la biodiversidad marina.
 
Los bosques marinos son tan importantes como los terrestres, de ahí la importancia de las algas marinas, en las zonas de roquedos, observamos cómo ha cierta profundidad brotan las algas, en esas cotas marinas donde los rayos del sol aún son capaces de atravesar el agua emerge un atentico bosque marino, habitado por multitud de seres vivos.
 
Estas zonas con rocas y algas son auténticas guarderías naturales para los alevines de muchas de las especies que habitan el mar Cantábrico, a lo largo de todo el litoral de Noja, habitan unas 150 especies diferentes de algas, algunas de ellas son fácilmente identificables en bajamar.
 
Las algas que divisamos son las conocidas Nori o lechuga marina (Porphyra leucocista), alga muy utilizada para la elaboración del sushi, el Codium tomentosum, es un tipo de alga verde esponjosa que se utiliza para manufacturar cremas hidratantes o la Gelidium spinosum, un tipo de alga de tonalidades rojizas, que se emplea para la preparación del agar-agar, una sustancia gelatinosa.
 
Tras dejar atrás la Punta Pombera y la Punta Cañaverosa, llegamos de nuevo a la playa de Trengandín, para posteriormente adentrarnos a la población de Noja, subiendo por el Paseo de Trengandín hasta la Calle las Viñas, la cual nos deja justo en el punto de inicio de la ruta, la Plaza de la Villa, lugar donde ponemos fin a tan interesante y completa ruta por la costa de Noja.
 
Si desean contar con un guía o necesitan cualquier información sobre la ruta, no duden en escribirnos a: medioambienteysenderismo@gmail.com
 
 


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